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España España · Barcelona
Voto de Manu_el_Ruiz:
3
Drama. Romance Andrés (Santiago Cabrera), que vive en Alemania desde hace diez años, regresa a Chile para liquidar su pasado antes de asentarse definitivamente en Berlín. Sin embargo, durante la fiesta de cumpleaños de uno de sus amigos, entra en contacto de nuevo con el mundo que abandonó e incluso vuelve a ver a Beatriz (Blanca Lewin), su gran amor. Ese reencuentro podría cambiar los proyectos y la vida de Andrés para siempre. (FILMAFFINITY)
17 de abril de 2011
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las primeras imágenes nos muestran unos primeros (a veces primerísimos) planos de unos rostros que hablan entre ellos. Son cuatro hombres que parecen evocar recuerdos. La secuencia dura lo suficiente para intuir (algo que nos evidencia el director) que nos hallamos ante una película intimista, donde los personajes confesarán/manifestaran sus emociones/frustraciones a lo largo del metraje.

El director encierra a sus protagonistas en un espacio, que irá dilatando a su conveniencia, lleno de zonas a recorrer para hacer evolucionar su historia. En una casa, donde se da una fiesta, los dos antagonistas transitarán de manera interminable, yendo, viniendo, hablando, encontrándose, alejándose, volviéndose a encontrar… pero sin salir del recinto para que queden cercados los “importantes” recuerdos/sensaciones que dejarán escapar.

La manera escogida por Matías Bize para narrar su película, es tan válida como cualquier otra, incluso más que interesante. Un personaje principal con un pasado aparentemente lleno de intensidad, que irá desvelando poco a poco, y al que a veces la cámara seguirá desde muy cerca (ya he dicho que se trata de una película intima e intimista) en travelling, a veces repetitivo y siempre con un pretendido sentido estético, que aquí resulta nulo por la vulgar fotografía y la tópica puesta en escena.

Santiago Cabrera a través de ese espacio cerrado (que no asfixiante), se moverá por diferentes estancias en las que irá encontrando diferentes personajes para que a través de sus conversaciones podamos ir conociendo qué hace allí y qué le sucedió tiempo atrás, hasta que encuentra a la que antaño fuera motivo de sus desvelos y con la que comparte un pasado.

La película sin duda es honesta (algo importante en el cine) y el director se esfuerza, pero su realización es rutinaria, torpe y burda. Los dos protagonistas se nos revelan limitados o desatados en sus expresiones. Él no deja de mostrar una mirada estática y vacía y ella se excede gesticulando facialmente en sus emociones y poniendo una lacrimógena intensidad desmesurada. El guion es elemental y progresa cansinamente para llegar a un desenlace que quiere ser mostrado poéticamente a través de las imágenes (buena idea, pero fallida, por lo tópico del encuadre y del montaje) Cuando por fin sabemos que fue de “la vida que los peces” (el director sabiamente nos muestra en varios momentos a ambos protagonistas, hablando y hablando, como si estuvieran dentro de una pecera con otros peces, para que veamos que atinadamente los relaciona con el título) y nos desvelan como seguirán viviendo esa vida, ya estamos tan cansados de verles y oírles que importa más bien poco, tras casi una hora y media de cansino discurso “verborreico”, planamente filmado y mostrado.

Esta película monótona, artificiosa, cansina y plana obtuvo el premio Goya de 2011 a la mejor película hispanoamericana, con lo que podemos deducir los talentos que España tiene metidos en su Academia de Cine.
Manu_el_Ruiz
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